Formar personas, de eso se trata

A la hora de pensar el fútbol existen varias maneras de analizarlo. Por un lado, hay quienes sostienen que lo único importante es el desarrollo basado en aspectos técnicos y tácticos que harán mejorar al jugador dentro del terreno. Por otro, y lamentablemente en un grado mayor, están aquellos que solamente observan el resultado, catalogando de “buenos” o “malos” según cuantos goles marque, sus acciones correctas o simplemente el tiempo disputado en cada partido.

Pero son pocos los que, de una forma u otra, centran su mirada en el aspecto psicológico y formativo del ser humano, en este caso de jóvenes personas que encuentran en el deporte una manera de relacionarse, crear valores y lograr, a través de la propia mirada y de quienes lo rodean, establecerse como personas en un mundo rodeado de obstáculos y dificultades.

Demostración de cómo comportarse en la victoria en la World Challenge Cup de Japón

Es por ello que es relevante destacar que el rol ocupado en un grupo deportivo (entrenador, jugador o directivo, por nombrar solo algunos) no modifica la realidad de cada individuo, ya que, saliendo del entrenamiento o el partido, seguirá su vida normal, con sus actividades, familia o diversos contextos que lo envuelvan.

Es allí donde el valor del profesional a cargo toma real dimensión, ya que deberá interpretar y conocer a sus dirigidos mediante sus fortalezas o debilidades, generando un vínculo que permita potenciarlas (o trabajarlas) para que el desarrollo esté basado no solo en todo aquello que el joven realice a nivel deportivo, sino siendo aún más inclusivos.

Al mismo tiempo, en esta entremezcla generada por las relaciones donde cada una aporta su parte, el jugador debe poner al servicio del grupo que integra sus propias características individuales, tanto futbolísticas como así también desde el aspecto humano.

Para poder aportarlas, primero deberá atravesar por un proceso de autoconocimiento, basado en la identificación de sus propias virtudes y defectos. Este engranaje, a través del cual cada joven desarrolla sus cualidades deportivas y personales, debe estar acompañado por el entrenador y la formación correspondiente, adaptada también a la edad que atraviese cada persona.

Es sabido que no será igual la enseñanza o guía que desde el rol de entrenadores podamos brindarles a niños de 6, 7 u 8 años, que a otros en etapa adolescente, ya que tanto las fases de desarrollo intelectual/emocional, como así también las motoras, técnico-tácticas y de comprensión serán completamente diferentes.

Son pocos los afortunados que llegarán a la élite del fútbol mundial, pero son miles los que seguirán su camino en la vida (ligada o no al deporte) y mantendrán las enseñanzas adquiridas en el aspecto humano, apoyadas en experiencias y valores creados a través del deporte. Así que siempre es válido recordar (y refrescar de vez en cuando), que estamos aquí para formar personas y no solo jugadores.